martes, 21 de abril de 2009

I Tendencias de la narrativa en la segunda mitad del siglo XX

Tendencias de la narrativa en la segunda mitad del siglo XX

La Guerra Civil genera un cisma muy profundo con la tradición anterior: quedan rotas o abandonadas las tendencias renovadoras y experimentales impulsadas por Baroja, Unamuno o Valle-Inclán.
Hay una serie de datos que nos ayudan a entender este contexto:
-aislamiento cultural
-falta de maestros (muertos o en el exilio).
-auge de las traducciones para llenar el hueco editorial
-novela evasiva o de Guerra, exaltación de los vencidos, pero censurada por motivos morales.
-censura eclesial y política.

Los novelistas exiliados
Muchos escritores en activo durante la República tuvieron que abandonar España tras la Guerra Civil. Algunos eran autores consagrados y otros apenas habían iniciado su carrera literaria. Entre los primeros sobresalen Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel y Ramón J. Sender. Entre los que empiezan a escribir fuera de su tierra están Manuel Andújar y Arturo Barea (La forja de un rebelde).
Max Aub (1902-1972) se dio a conocer como narrador dehumanizado, pero su máximo empeño novelístico fue el ciclo El laberinto mágico (1943-1965), integrado por seis novelas, en el que examina los orígenes, el desarrollo y las consecuencias de la Guerra Civil. Experimentó también con los límites del género en Jusep Torres Campalans (1958) y en Juego de cartas (1964), donde el texto se ofrecía en el dorso de un conjunto de naipes.
Francisco Ayala (1906), autor de relatos innovadores en la década de 1920 ( Cazador en el alba), publicó en los años cuarenta dos libros de cuentos, Los usurpadores (1948) y La cabeza del cordero (1949), ambos centrados en la violencia y el abuso de poder y alejados del vanguardismo juvenil. Sus novelas Muerte de perro (1958) y El fondo del vaso (1962) abordan el tema de las dictaduras militares. En 1988 publicó un espléndido libro de memorias, titulado Recuerdos y olvidos.
Manuel Andújar (1913-1994), exiliado en México, escribió ocho novelas que agrupó bajo el título común de Lares y penares. De esa serie destaca la trilogía Vísperas, rótulo que alude a los años previos al estallido de la contienda civil.

La narrativa española de los 40: el realismo tremendista
En los primeros años de la posguerra, la vida literaria quedó reducida a la producción propagandística de los escritores del nuevo régimen, como Agustín de Foxá o Rafael García Serrano, cuyas novelas desde una perspectiva triunfalista, se amoldaban al patrón del realismo decimonónico. La represión, el hambre y la pobreza hicieron presa en una sociedad atemorizada. Se instituyó una férrea censura que vigilaba la heterodoxia política y las resistencias a la moralnacionalcatólica. De este clima sórdido y opresivo dieron testimonio dos novelas: La vida de Pascual Duarte (1942), de C.J.Cela, y Nada (1945), de Carmen Laforet. Con ellas se revelaban dos novelistas de talento que coincidían en su visión oscura, violenta y triste de la abatida sociedad española. Fue la primera novela de Cela, la que hizo acuñar la etiqueta <>, que aludía a una corriente narrativa cuyas obras, escritas en un lenguaje bronco, estaban pobladas por personajes bárbaros, marginales o tarados, de conductas brutales.

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